Alrededor del cuarto
año como faraón, mi padre ordenó construir una nueva capital para rendir culto
al Sol llamada Ajetatón (sita en el enclave actualmente denominado Amarna),
a mitad de camino entre Tebas y Menfis. En esta ciudad pasamos diez años y
durante esa estancia mi padre aplicó cambios, tanto en arte como en otros
ámbitos culturales.
¿Qué decir de esta
ciudad? No me gustaba, pues donde vivíamos antes en Uaset (Tebas) era más
bonita, vivía feliz, había muchísimo sol y muchísimo oro, mucha arena. La corte
se desplazó con nosotros, básicamente porque donde estaba mi padre, el faraón,
había trabajo y fuente de ingresos para todos.
Pero antes de que siga
hay que explicar cómo llego mi padre a la conclusión de que debíamos irnos de
Tebas, construir una nueva capital egipcia y adorar al dios Atón.
Extractos de "Secretos de la Realeza en el Antiguo Egipto"
Liusmila González